Alfileres.
Después de algunos recuerdos filosos, ella se queda acostada pensando, analiza en qué momento eso cambió su vida para siempre, desde el primer momento que tomó con valentía esa navaja hace años y la deslizó por su piel.
¿Por qué querría alguien dañar su propia existencia? es la pregunta. Es la maldita pregunta que lleva y que trae, que navega en una cabeza rota todos los días, cada minuto, cada segundo en el que sus dedos palpan aquellas cicatrices, aquellas marcas que quedaron después de una batalla a sangre por mantener el sentido común, por no pasar los próximos catorce días inmóvil, cubierta, aguantando preguntas y aguantando las ganas de llorar.
Acostada le es difícil recordar ese trance especial por el que pasó antes de hacerlo -de nuevo- porque es un estado de inconsciencia parcial, en el que una herida abre la puerta para que al menos un poco de esa tormenta interna se drene, y cuando está pensando en lo mal que está haciendo ya tiene su brazo cubierto en pequeños ríos de un mar enorme y perturbador. Cuando ya cae en conciencia es demasiado tarde, entonces busca rápido una manera de salvarse a sí misma porque no llega a ser cierto que quería morir esta vez, porque una fuerza la empuja y le hace tratar de enmendar las cosas y no ceder tan fácil a la muerte. Busca un pañuelo, una bandita, algo para cerrarse las heridas mientras la sangre se confunde entre las lágrimas y la pesadez y la agonía de su cuerpo que aún tiembla y se retuerce por ese dolor agudo, punzante, que le recuerda lo desconsiderada que es consigo misma y con la gente que la quiere, al menos que la necesita.
Cíclico, monótono. Así es ese hábito que destroza las ganas de cualquier cosa; comer, caminar, hasta vivir.
A su alrededor nadie nota lo que acaba de hacer aunque ella se siente como una criminal cuya víctima es sí misma, puede saludar, preguntar -¿cómo estás? ¿cómo te fue? y responder de forma positiva a las mismas preguntas de siempre. Porque su cuerpo herido interna y externamente está en la tierra , programado para dar la información necesaria para que la gente comprenda que no hay peligro y que no lo habrá, pero su mente está separada, sintiendo el dolor de sonreír, luchando para no caerse en lágrimas y querer gritar, decir que no está bien todo, que necesita un abrazo, llorar y que alguien le diga que todo va a estar bien.
Ojalá la sangre en su cuerpo sea suficiente para seguir viva cuando alguien finalmente lo haga.
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