Quizás soy un sujeto asincrónico.
Incontables ya son las veces en las que he tratado de corresponder con patrones vitales
¿Cuántas veces es necesario volverse maleable a sincronías ajenas?
Quisiera poder ser siempre de las personas que disfrutan mantenerse asincrónicas con el resto, pero soy lo suficientemente débil para que no me importase todo el tiempo no tener alguna persona para llamar cuando quiera hacer algo diferente que mirar el techo y caminar con mis pensamientos.
Toda la vida fui una persona solitaria, nunca me creí dependiente de alguien para salir a ver una película, tomar un café o símplemente acostarme abajo de un árbol a llamar la imaginación y saltar entre sincronías virtuales de sucesos que no existen o tal vez sí y contar qué me están hablando esas reacciones químicas cerebrales que me permiten fantasear y viajar entre líneas de tiempo y espacio.
Suelo estar presente cuando la gente empieza a sintonizarse con otra, pero no logro que alguien quiera hacerlo conmigo. Me ponen nerviosa los silencios incómodos, porque tal vez digo muchas cosas al mismo tiempo que no se entienden como quiero sino que resultan incompatibles con la correspondencia temporal de la mente ajena. No sé cómo puedo preguntarle a alguien qué cosas hizo hoy sin sentir que puedo estar metiendo mis narices en asuntos que no me importan, sin que se sientan presionados o mal porque me gustase sentarme a escuchar sus historias aunque sean pequeñas y tontas, escuchando palabra a palabra cómo se sienten. Pero para hacerlo tendría que renunciar a la reciprocidad que ansío y es algo que no quiero hacer más, no más.
Solo quiero tener una persona en qué descansar de mi caótico ser, que no me enamore ni que haga que la odie ni yo hacer lo mismo.
Corresponder.
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